Fuente: www.abc.es
SINC 11/10/2013 - 13.34h
El análisis de ADN de dientes y restos óseos prehistóricos ha permitido
rastrear la historia genética de la Europa moderna. Dos estudios
publicados en Science describen los patrones migratorios por Centroeuropa
durante el cambio hacia a la agricultura entre el Neolítico y la Edad de
Bronce. En este periodo muchos cazadores-recolectores mantuvieron sus
costumbres mientras otros pueblos ya cultivaban.
“Hemos caracterizado distintas culturas arqueológicas para reconstruir cuatro
importantes situaciones durante el Neolítico que describen el flujo
genético europeo”, destaca Guido Brandt, investigador del Instituto de
Antropología de la Universidad de Maguncia y uno de los autores de los
estudios. “Una simple mezcla entre los cazadores-recolectores indígenas
europeos y la población emigrante del este del continente no puede explicar la
diversidad genética europea”, asevera.
Juraj Lipták. Enterramiento de una mujer en Alemania
Estos momentos clave son cuatro: la introducción de la agricultura desde
Oriente Próximo al centro de Europa; después, desde Europa Central hasta el sur
de Escandinavia; la influencia genética de Oriente Próximo, y por último, el
influjo de la cultura campaniforme del oeste europeo. “Cada uno de estos
eventos ha contribuido a la formación de la diversidad mitocondrial de los
europeos de hoy en día”, expone Brandt.
En un primer estudio, los equipos de investigación analizaron ADN
mitocondrial, que se hereda de la madre, extraído de huesos y dientes
pertenecientes a 364 esqueletos humanos de las culturas que poblaron la región
Mittelelbe-Saale en Alemania durante más de 4.000 años. Para describir la
prehistoria genética de los europeos, ha sido necesario un proceso de más de
ocho años en el que han utilizado nuevas tecnologías de análisis genómico.
Los resultados de Brandt indican que durante el Mesolítico (entre el
Paleolítico y el Neolítico) los centroeuropeos eran cazadores-recolectores.
Después fueron reemplazados por los agricultores neolíticos, que dominaron la
zona durante 2.500 años, gracias a la agricultura propia de las regiones de
Oriente Próximo, Anatolia y el Cáucaso.
Más tarde, estos agricultores intercambiaron material genético con los
cazadores-recolectores de Escandinavia. Por lo tanto, los centroeuropeos se
relacionaron con los habitantes del norte y compartieron sus conocimientos.
Posteriormente, en el Neolítico Tardío (3.000 a.C.), parte de los agricultores migraron
al oeste e interaccionaron con los habitantes de la vertiente atlántica.
“Gracias a la diversidad cultural del Neolítico Temprano y Medio en el
centro de Europa se formó el sustrato genético de los primeros agricultores, ya
que existe una continuidad genética durante los primeros 2.500 años de la
agricultura. Sin embargo, después del Neolítico, los resultados muestran
patrones genéticos muy diversos, que indican múltiples e importantes cambios en
la población durante este periodo”, asegura Brandt.
Las sucesivas olas migratorias, los movimientos poblacionales y los
intercambios genéticos y culturales que se produjeron fueron los orígenes de la
variedad del genoma europeo moderno.
Convivencia entre agricultores y cazadores
El segundo estudio asegura que los pobladores cazadores-recolectores
vivieron junto con los agricultores durante unos 2.000 años desde la entrada de
los cultivos en el continente.
En esta segunda investigación, los científicos secuenciaron los genomas
mitocondriales de 25 individuos del yacimiento arqueológico Blätterhöhle en
Hagen (Alemania), mediante el análisis de los isótopos de azufre, nitrógeno y
carbono contenidos en los huesos y los dientes.
Los resultados reflejan que durante años tres culturas distintas
habitaron en el centro de Europa: una de cazadores- recolectores; otra formada
por agricultores, probablemente nuevos inmigrantes; y una última también de
cazadores-recolectores que subsistían principalmente gracias a la pesca en los
ríos.
Las muestras analizadas reflejan que estas dos últimas culturas fueron
vecinas y vivieron una al lado de la otra durante unos 2.000 años, pero con muy
poco o ningún intercambio ni cultural ni genético.
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