Fuente: www.elmundo.es
Amado Herrero
Un estudio publicado en Nature
sugiere que el origen común de los sapiens anatómicamente modernos se encuentra
en una región ubicada entre Bostwana, Namibia y Zimbabue
Durante un largo periodo de
tiempo, que comenzó hace 200.000 años, los antepasados directos de todos los
seres humanos modernos (Homo sapiens sapiens) vivieron y prosperaron
en las riberas del Lago Makgadikgadi, a lo largo de un territorio que hoy ocupa
el norte de Bostwana, el este de Namibia y el oeste de Zimbabue. Esa primera
población marca el comienzo del linaje genético L0, con el que todos los
habitantes del planeta estamos relacionados al compartir una antecesora común.
El L0 se divide por primera vez 70.000 años más tarde, cuando grandes grupos
abandonan aquel primer hogar de la especie en busca de nuevas tierras, más allá
de la cuenca del río Zambeze.
Así lo
explica un equipo de científicos de diferentes disciplinas que ha colaborado
para reconstruir los primeros pasos de los Sapiens modernos. Su
trabajo, publicado este lunes en Nature, combina estudios
etnolingüísticos, registros arqueológicos, modelos climáticos y el análisis de
más de 1.200 genomas mitocondriales de los actuales habitantes de la
región.
"Las
diferencias genéticas comienzan al momento en el que comienzan a migrar",
señala Vanessa Hayes, profesora en las Universidades de Sídney (Australia) y
Pretoria (Sudáfrica) y responsable de la investigación. "Hace 130.000 años
vemos un primer grupo que se desplaza hacia el noroeste, mientras que 20.000
años más tarde hay una segunda división, mayor, esta vez en dirección al
sur".
Un tercer
grupo permanecerá en la zona, emparentado directamente con los actuales pueblos
khoisán. "Al contrario que los exploradores del noreste, los emigrantes
del suroeste parecen haber tenido mas suerte, experimentando un crecimiento
demográfico constante", afirma Hayes. Las pruebas arqueológicas halladas
en el extremo sur del continente apuntan a que el éxito de esa segunda oleada
se basó en su adaptación a la alimentación marina.
Hogar, pero no cuna
Los
autores subrayan que el estudio se centra en los sapiens
anatómicamente modernos, una subespecie concreta que incluye a los seres
humanos actuales y en la que es posible trazar una línea genética
directa desde la población original hasta el presente, vía el ADN
mitocondrial. "Hablamos de hogar, pero no de cuna", matiza Hayes,
"porque el estudio sólo se refiere a una población concreta, que sabemos
que está relacionada con nosotros, pero que no es el principio de todo".
En este
sentido, Hayes recuerda que existen otros hallazgos que se remontan más atrás
en el tiempo, como los restos de Jebel Irhoud en Marruecos (al
menos 300.000 años de antigüedad). "Pero, hasta que no consigamos ADN de
esos u otros esqueletos, es complicado especular sobre qué relación había entre
ellos. En el futuro, arqueólogos y genetistas tendremos que colaborar para ir
ensamblando las piezas del puzle".
Un Jardín del Edén africano
Hoy en
día, la región de Makgadikgadi está marcada por inmensos salares y grandes
extensiones de sabana seca, pero, en otro tiempo, acogió una enorme masa de
agua, con una superficie dos veces superior al lago Victoria. Hace 200.000
años, ese gran lago comenzó a dividirse, creando una vasta red de humedales que
permitieron a la primera población de sapiens asentarse y crecer.
70.000 años más tarde, nuevos cambios en el clima provocaron la apertura de
corredores de vegetación que impulsan las primeras exploraciones, marcando el
inicio de la diversidad genética, étnica y cultural del Homo
sapiens.
"Nuestras
simulaciones sugieren que una ligera inclinación del eje de la Tierra cambió la
radiación solar estival en el hemisferio sur, provocando modificaciones en las
lluvias del sur de África", explica el profesor Axel Timmermann, director
del Centro de Física Climática de la Universidad Nacional de Pusan, en Corea
del Sur. "Al comparar los registros climáticos con los genéticos
vemos un mismo patrón: al aumentar las lluvias hace 130.000 años, se
abre un gran corredor al noroeste, que coincide con esa primera diferenciación
genética. 20.000 años después, identificamos un segundo corredor que permitió
movimientos de población hacia el sur".
Eva mitocondrial
En ese
Edén africano habría vivido una Eva mitocondrial, concepto que los
científicos emplean en referencia a la antecesora común más reciente de la
especie, que transmitió las mitocondrias de las que descienden todas las
actuales. "El ADN mitocondrial -que sólo se transmite por vía materna-
actúa como una cápsula del tiempo que se remonta a las primeras antecesoras,
acumulando cambios lentamente a lo largo de generaciones", explica la
doctora Eva Chan, del Instituto Garvan de Investigación Médica en Sídney,
primera autora del artículo y responsable de los análisis filogenéticos.
Por eso,
comparar el genoma mitocondrial de diferentes individuos proporciona a los
científicos una herramienta para información clave sobre su origen y cómo se
relacionan entre sí. En este caso, los autores han reconstruido 198 nuevos
mitogenomas y recopilado datos de 1.000 ya existentes, todos ellos de
habitantes actuales del África austral, lo que supone el mayor estudio sobre el
ADN mitocondrial del linaje L0. "Hemos reunido toda la información
disponible en las bases de datos sobre la población humana más antigua
que se conoce", explica Chan. "Eso nos ha permitido concretar nuestro
árbol evolutivo desde las primeras ramas con la mayor precisión hasta el
momento".
De esta
forma, se ha podido demostrar el aislamiento geográfico -y genético- prolongado
de estos grupos de población al sur del río Zambeze. Partiendo de esos datos,
del análisis de los genomas y del establecimiento de cronogramas, frecuencias y
dispersiones mitogenómicas, es posible reconstruir las líneas genéticas hasta
identificar en qué momentos y lugares se produjeron las grandes separaciones a
lo largo de la evolución humana.
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