lunes, 24 de marzo de 2014

Rostros humanos tallados sobre un hueso de toro en la Edad de Piedra




Yuly Jara. Madrid







Las figuras representan la relación entre los vivos y los antepasados 


 

Los humanos de la Edad de Piedra dejaron asombrosos tesoros culturales que los arqueólogos siguen descubriendo en la actualidad. Un nuevo ejemplo es el hallazgo en Siria de un hueso de toro primitivo donde se tallaron dos rostros humanos en el Neolítico, hace 10.000 años. Estas figuras humanas representaban, según sus creencias, la relación que existía entre los vivos y sus antepasados.



Rostros tallados sobre el hueso de una costilla de toro primitivo. CSIC






El hallazgo arqueológico se encontró en el año 2009 en Tell Qarassa (sur de Siria), una necrópolis donde las comunidades asentadas enterraban a sus muertos, realizaban rituales con sus restos y tallaban sus creencias sobre objetos. 

Según explica a EL MUNDO el arqueólogo español Juan José Ibáñez, investigador de la Institución Milá y Fontanals de Barcelona del (CSIC) encargada de coordinar el proyecto, «el simbolismo de la cara es muy importante para estas comunidades que llevan a cabo la representación de rostros. No son rostros de un individuo en concreto, pero sí está relacionada [esa representación] con los antepasados. Era muy importante la vinculación de las comunidades con sus muertos».

El estudio, publicado en la revista Antiquity, detalla que el hueso mide tan solo 51 milímetros de largo, 17 de ancho y 7 de grosor. Sobre él hay talladas dos caras (una encima de la otra) con la frente alta y despejada, ojos cerrados, nariz larga y recta. La persona que talló los rostros los diseñó con una boca pequeña (hecha con una incisión corta y recta) una barbilla curva y sin pelo ni orejas

El equipo considera que ambos rostros se tallaron en una costilla de uro euroasiático; un toro primitivo. «Probablemente fue en un uro porque fue un animal muy grande. Es difícil caracterizarlo por su aspecto anatómico, pero por su tamaño tiene que ser un uro», concreta.
Ibáñez viajó al yacimiento arqueológico de Tell Qarassa (Siria) en los años 2009 y 2010. En el primer viaje descubrió, junto a su equipo, el hueso de toro. En su segundo viaje dio con 11 cráneos cuyos rostros fueron desfigurados durante un ritual. Sus estudios han aportado su 'granito de arena' en dar a conocer cómo los humanos pasaron del nomadismo al sedentarismo durante el Neolítico, hace 10.000 años. 

«En estos momentos se estaba pasando de grupos nómadas de pocas personas a comunidades donde se agrupaban grandes grupos de personas que formaban poblados estables», detalla. Una de las consecuencias de esos cambios que vivieron en la época se plasmó en el arte que se ha ido descubriendo poco a poco. "Se dieron nuevas estructuras sociales y de creencias y apareció la vinculación con el antepasado y al territorio. Tienen un vínculo con la sedentarización y con la comunidad», explica el arqueólogo. 

«La iconografía de los cazadores- recolectores en el Paleolítico consiste principalmente en representaciones naturalistas de animales, mientras que la figura humana, salvo escasas excepciones, es mucho más esquemática. A medida que comienzan las transformaciones económicas y sociales que llevan al Neolítico, las representaciones simbólicas comienzan a centrarse en la imagen humana y aparecen las primeras representaciones naturalistas de rostros humanos, como los que hemos encontrado en Tell Qarassa», explica Ibáñez.


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