Fuente: www.elmundo.es
Yuly Jara. Madrid
Las figuras representan la relación entre los vivos y los antepasados
Los humanos de la Edad de Piedra dejaron asombrosos
tesoros culturales que los arqueólogos siguen descubriendo en la actualidad. Un
nuevo ejemplo es el hallazgo en Siria de un hueso de toro primitivo donde se
tallaron dos rostros humanos en el Neolítico, hace 10.000 años. Estas figuras
humanas representaban, según sus creencias, la relación que existía entre los vivos y sus antepasados.
Rostros tallados
sobre el hueso de una costilla de toro primitivo. CSIC
El hallazgo arqueológico se encontró en el año 2009
en Tell Qarassa (sur de Siria), una necrópolis donde las comunidades asentadas
enterraban a sus muertos, realizaban rituales con sus restos y tallaban sus
creencias sobre objetos.
Según explica a EL MUNDO el arqueólogo español Juan
José Ibáñez, investigador de la Institución Milá y Fontanals de Barcelona del
(CSIC) encargada de coordinar el proyecto, «el simbolismo de la cara es muy
importante para estas comunidades que llevan a cabo la representación de
rostros. No son rostros de un individuo en concreto, pero sí está relacionada
[esa representación] con los antepasados. Era muy importante la vinculación de las comunidades con sus muertos».
El estudio, publicado en la revista Antiquity, detalla que el hueso mide tan
solo 51 milímetros
de largo, 17 de ancho y 7 de grosor. Sobre él hay talladas dos caras (una
encima de la otra) con la frente alta y despejada, ojos cerrados, nariz larga y
recta. La persona que talló los rostros los diseñó con una boca pequeña (hecha con una incisión corta y
recta) una barbilla curva y sin pelo ni orejas.
El equipo considera que ambos rostros se tallaron en
una costilla de uro euroasiático; un toro primitivo. «Probablemente fue en un
uro porque fue un animal muy grande. Es difícil caracterizarlo por su aspecto
anatómico, pero por su tamaño tiene que ser un uro», concreta.
Ibáñez viajó al yacimiento arqueológico de Tell
Qarassa (Siria) en los años 2009 y 2010. En el primer viaje descubrió, junto a
su equipo, el hueso de toro. En su segundo viaje dio con 11 cráneos cuyos
rostros fueron desfigurados durante un ritual. Sus estudios han aportado su
'granito de arena' en dar a conocer cómo los
humanos pasaron del nomadismo al sedentarismo durante el Neolítico, hace 10.000
años.
«En estos momentos se estaba pasando de grupos
nómadas de pocas personas a comunidades donde se agrupaban grandes grupos de
personas que formaban poblados estables», detalla. Una de las consecuencias de
esos cambios que vivieron en la época se plasmó en el arte que se ha ido
descubriendo poco a poco. "Se
dieron nuevas estructuras sociales y de creencias y apareció la vinculación con
el antepasado y al territorio. Tienen un vínculo con la sedentarización y con
la comunidad», explica el arqueólogo.
«La iconografía de los cazadores- recolectores en el
Paleolítico consiste principalmente en representaciones naturalistas de
animales, mientras que la figura humana, salvo escasas excepciones, es mucho
más esquemática. A medida que comienzan las transformaciones económicas y
sociales que llevan al Neolítico, las representaciones simbólicas comienzan a
centrarse en la imagen humana y aparecen las primeras representaciones
naturalistas de rostros humanos, como los que hemos encontrado en Tell
Qarassa», explica Ibáñez.
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